Lorena Muñoz Bahamondes Concepción, Chile 1975.
Licenciada en Artes Plásticas con mención en Pintura, Lorena Muñoz Bahamondes cuenta con una trayectoria de 29 años en el ámbito de las artes visuales, desarrollando su práctica artística desde la ciudad de Concepción. Su obra ha sido parte de numerosas exposiciones, tanto individuales como colectivas, en diversas ciudades de Chile —como Valdivia, Puerto Montt, Valparaíso, Santiago y Concepción—, así como en instancias internacionales en Brasil, España, Colombia y Argentina.
Entre los años 2004 y 2016, paralelamente a su producción pictórica, exploró nuevas formas de expresión artística mediante intervenciones en el espacio público en Concepción y proyectos multimedia vinculados al arte sonoro. Ha impartido talleres de pintura orientados a la comunidad, en especial a personas mayores y con diversidad funcional, fomentando el acceso inclusivo a la creación artística.
Su trabajo también se expande hacia propuestas instalativas y performáticas, donde aborda temáticas relacionadas con el género y las disidencias sexuales. 2023 es directora del encuentro de performance Territorio Espacio Vivo (TEV), espacio de reflexión y acción artística en torno al cuerpo y el territorio.
Actualmente, desarrolla proyectos educativos y de creación en cerámica, a través del taller Casa Gaia, iniciativa que conjuga arte, comunidad y creación. En 2024, fue seleccionada como parte del Registro Nacional de Artesanos y Artesanas “Chile Artesanía”, convocatoria del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Texto Curatorial
Mariairis Flores
Investigadora de Arte Contemporáneo
LAMB: documentar la propia historia
Nos hemos escogido como compañeras
para compartir el filo de nuestras batallas
la guerra es sólo una
si la perdemos
llegará el día en que la sangre de las mujeres
cubrirá, reseca, un planeta muerto
si vencemos
ya sabéis que buscamos
más allá de la historia
una relación nueva y mejor.
Audre Lorde en Edad, raza, clase y sexo: las mujeres redefinen la diferencia (1980).
En el campo del arte, a raíz de la expansión de la teoría feminista de la última década, los vacíos generados por los relatos historiográficos consolidados se han vuelto innegables. Términos como invisibilización, borradura o ausencia se han tornado recurrentes, lo que ha permitido impugnar el problema sistémico que anula ciertos tipos de producciones. Reconocer los efectos del patriarcado sobre la vida de las mujeres y de quienes no responden a la norma sexo-genérica resulta complejo, pues surge la condición de víctima, que a menudo puede ser paralizante. Ser víctima forma parte de una lógica pasiva, una cualidad que no se elige. Sin embargo, en el ámbito artístico existen múltiples posibilidades de acción, lo que permite desafiar el destino que supuestamente «correspondería» a una producción artística periférica. Este es el caso de Lorena Muñoz Bahamondes (LAMB), artista, feminista y lesbiana, quien ha desarrollado toda su producción en la región del Biobío, al sur de Chile. En este país, el circuito artístico está tan centralizado como el territorio, no obstante, cientos de artistas trabajan a lo largo de esta nación larga y angosta.
Lorena registró sus trabajos performáticos desde sus inicios. Esta conciencia por dejar huellas es, para mí, sinónimo de valorar el trabajo propio, de creer en su propuesta y apostar por los efectos de esas intervenciones en el espacio público, así como por las reverberaciones que posibilita su documentación. Esta página web es un acervo único que nos permite acceder a una contramemoria lésbica —en términos de valeria flores— y artística, que no requiere de autorización alguna para instalarse en el centro de la producción artística contemporánea. Las performances de Lorena tienen como soporte el espacio público; es decir, cualquier lugar, sin importar que la palabra arte nunca haya tenido cabida allí. En términos generales, observo en su cuerpo de obra dos grandes ejes: cuestionamientos políticos vinculados a su territorio y activaciones lesbofeministas. Estos asuntos operan como marcas de una insistencia en el arte como fin y medio para movilizar temas que la comprometen. Su práctica se desarrolla en dos momentos: como acontecimiento vivo con fecha, hora y lugar, y como testimonio de ese hito. Con cada acción, la artista genera un registro audiovisual y otro fotográfico, propios de una pulsión archivística ligada a una decisión que determina los modos de circulación de sus obras y su configuración.
A principios de los años dos mil, Lorena desarrolló Cuál Gloria, una intervención en la Plaza Independencia de Concepción en la que ocupó la pileta con 400 peces y 100 figuras antropomorfas serigrafiadas en madera. El día elegido fue un 21 de mayo, Día de las Glorias Navales, que conmemora el combate naval de Iquique y la figura del héroe patrio que se sacrificó por el país: Arturo Prat. En el registro audiovisual, vemos a personas de todas las edades absortas en el juego de la pesca milagrosa, como se conoce a la actividad de pescar pececitos de juguete. La apropiación pública, como denominó la artista a este trabajo, se convierte entonces en una gran coreografía donde todas las personas involucradas, quizás sin ser conscientes, insisten en la pregunta «¿Cuál gloria?», que busca cuestionar aquellos ideales patrios que muchas veces ni siquiera son reconocidos por los habitantes de este país. Al año siguiente, LAMB realizó Necesario, una acción que generó junto con un grupo de mujeres que venden pan. Ellas trabajaban en los hornos comunitarios que formaron parte del plan de recuperación de los pabellones de vivienda, como se conoce a los edificios que son las viviendas obreras más antiguas de Lota. La artista modifica una actividad habitual que permite a este grupo de mujeres «ganarse la vida»; para ello, interviene con un dispositivo de impresión que inscribe en cada pan la palabra que da título a la propuesta. El uso de esta palabra señala que algo en este lugar, oficio o grupo humano es imprescindible. Existe una valorización de las dinámicas de subsistencia que persisten tras el cierre minero que otorgaba un sentido distintivo a Lota.
En estos dos proyectos, lo territorial es clave; es el anclaje que permite a las obras desplegarse y cobrar sentido en lo público. Del mismo modo funciona Biobío limpio, que muestra a la artista limpiando un perímetro de los Tribunales de justicia, mientras que, de fondo, vemos un rayado que señala: «Libertad a los presos políticos mapuche en huelga de hambre». Lorena trapea con lavaza, y su imagen se superpone a otra serie de imágenes; la edición de la pieza añade capas de sentido al acto de limpiar, el que observado con ojos incrédulos o distraídos. Cuando hablamos de territorio, también hablamos de identidad; ambos conceptos se conjugan en la obra Maquinaria de viaje, que registra las estaciones ferroviarias del ramal Corto Laja, que une las ciudades de Concepción y Laja, junto con relatos de sus trabajadores. Se trata de recoger un universo simbólico reconocible para quienes han transitado por aquellos lugares, proponiendo un relato visual de un patrimonio colectivo. Es como si nos enfrentáramos a una “maquinaria de viaje” entre tiempos más que entre lugares, entre formas de vida que en el presente carecen de sentido, pero que no por ello dejan de ser constitutivas del mismo.
En el cuerpo de obra de LAMB hay un sentido de comunidad transversal que se organiza de formas distintas. Hasta el momento, podríamos identificar que interpelar e involucrar al público es una constante, pero surge otro modo de hacerlo, como se observa en CERES, propuesta en la que eligió tres locaciones en Concepción: Tribunales de Justicia, Plaza Perú y Plaza de la Independencia, para generar una nueva versión de los peces de Cuál gloria. Ahora, estos fueron acompañados de dispositivos sonoros que emitían pitidos mientras las personas pescaban. Veo esta acción como una gran interrupción del cotidiano penquista. Personas de todas las edades ven interrumpidas sus rutinas por esta instalación que se toma sus piletas y, aunque dudan, rápidamente los espectadores se entregan al juego. Esta vez, el arte le sirve a LAMB para apelar a lo lúdico; puede que muchos de quienes participaron ese día no sepan que fueron parte de una acción de arte contemporáneo. Sin embargo, eso no es relevante, puesto que el objetivo no es único: las capas son múltiples, y remover las actividades conocidas apelando a la creatividad es parte del potencial que la artista posee y utiliza.
Puedo establecer que a partir de 2016 se introduce una nueva perspectiva en los trabajos, me refiero particularmente al feminismo. Las acciones siguen siendo políticas, pero ahora responden a una matriz en la que lo identitario se inicia en lo personal. Territorio sitiado es una performance colectiva que tiene lugar en los Tribunales de Justicia. Si en Biobío limpio un muro hablaba de los PPM (Presos Políticos Mapuche), esta vez se lee: «Cuerpo mapuche, cuerpo lesbiano, no es el mismo cuerpo sí el mismo delito». En este lugar emblemático de la ciudad, siete mujeres, en un improvisado escenario con sillas y letreros que aluden a mujeres como Nicole Saavedra —lesbiana y víctima de un crimen de odio— y la machi Francisca Linconao, tonsuran sus cabezas con wuñelfes. Me gusta el modo en que Lorena cruza la demanda política con el arte. Diversos registros muestran a Marcel Duchamp con una estrella afeitada en su cabeza a principios del siglo XX; a fines de los setenta, Carlos Leppe realizó Acción de la estrella, en la que, tonsurado, utilizó su cabeza estrellada en reemplazo de la estrella solitaria de una bandera chilena vaciada de color. Casi cuatro décadas después, Lorena Muñoz Bahamondes hace de la tonsura un gesto de afecto entre mujeres cuyos cuerpos además (so)portan distintos tipos de violencias. Ya no es la estrella de cinco puntas, es el lucero de la mañana, fundamental en la cultura mapuche y que es también el planeta Venus. Pareciera que para Lorena el arte corporal nunca ha tratado del propio cuerpo, sino de los cuerpos: los que recorren la ciudad y los que han sido sacrificados por un sistema patriarcal y violento.
Siguiendo la misma línea del proyecto anterior, encontramos Junio 25, fecha que recuerda la muerte de Nicole Saavedra Bahamondes, asesinada por ser quien era, por ser lesbiana, por no responder a la heteronorma. La acción la realiza Lorena con Lilian Inostroza (fundadora de Ayukelén) y Amanda Varín (Poeta), y cada una de ellas lleva un pañuelo; de ese modo, aparecen dos mujeres más: María Pía Castro y Mónica Briones, mujeres cuyas muertes están distanciadas por años —1984, 2008, 2016—, pero que fueron atacadas por las mismas razones. La intervención se asemeja mucho a un homenaje, resarciendo en parte la violencia desde el amor y el respeto que sus nombres generan, por su historia y por sus vidas como lesbianas visibles.
En una clave distinta encontramos Andar por las cuerdas, una fotoperformance que tiene a Lorena como protagonista bajo el registro de la también artista visual Yessica Gaete. En las imágenes, la vemos entrenando boxeo; notamos su cansancio y esfuerzo, nociones que son enfatizadas en la expresión que da nombre a la obra: andar por las cuerdas es andar apenas, es intentar sostenerse pese a todo. Este trabajo se relaciona con la situación precaria del mundo artístico. Además del fotomontaje, hubo una exhibición que contó con sacos de box conectados que, al ser golpeados, activaban audios con testimonios de artistas que respondían a la pregunta inicial del proyecto: ¿Qué ves cuando exhibo este cuerpo, este espacio íntimo, en un estado de excepción? Este trabajo, enmarcado en una sala de exposición, muestra una dimensión distinta del cuerpo de obra de Lorena, pero que ya estaba presente en trabajos anteriores: su interés por pensar, ahondar y expandir el arte. No es lo mismo producir obra en Concepción que hacerlo en Santiago; las precariedades son otras y me atrevería a decir que mayores. A eso nos enfrenta este trabajo.
Dentro de las propuestas de la artista es común encontrar otros nombres, colaboraciones que dan sentido a una obra que no se centra en la dimensión autoral. Anthophila en la llamarada es una acción realizada con Flavia Hechem que sale nuevamente al espacio público, particularmente en un recorrido desde la playa Los Bagres hasta el Morro, en Tomé. Vestidas como apicultoras, inician un trayecto en el que marcan ciertos momentos; por ejemplo, cuando ingresan al mar con un lienzo que tiene inscrito el nombre de la performance e intentan resistir la fuerza de las olas. Una resistencia que recuerda a las abejas que llevan impresas en sus trajes y, en general, a la flora y fauna que se vio fuertemente afectada por los incendios forestales que asolan los territorios principalmente durante el verano. Este trabajo introduce una reflexión que excede la dimensión centrada en lo comunitario para pensar también en otros alcances de la idea de comunidad más allá de lo humano.
Si bien, como ya he comentado, el recorrido de esta lectura sigue el propuesto por la artista, podríamos sostener que las acciones Junio 25, Pasados que no pasan y Homenaje a Mónica Briones forman una tríada. Las dos primeras tienen en común el uso de pañuelos como elementos que mantienen una memoria; sobre su historia y significados se detiene el texto de Nancy Garín escrito para la primera de estas performances. Pasados que no pasan, además de los pañuelos, está compuesta de una serie de elementos. La locación, como en otras ocasiones, es fundamental, puesto que se lleva a cabo en la ex sede de CEMA-Chile en Concepción. La artista es acompañada en esta ocasión por la tejedora Tania Parra; ambas visten de blanco y llevan su cara maquillada del mismo color; adicionalmente, Lorena viste tejidos de color rojo. Mientras Parra teje, Muñoz Bahamondes se acerca al público, que va deshaciendo su tejido. En el acto de realizar una acción y luego revertirla se concentra esta idea del pasado que no pasa; a cincuenta años del Golpe, la propuesta de LAMB parece decirnos que el pasado queda atrás en dos sentidos: porque sus efectos siguen en el presente —por esa casa que aún no se puede llamar ruina, como se oye en el video—, pero también porque no podemos permitir que ese pasado pase, no podemos permitir el olvido, y eso se hace extensible a todas nuestras muertas. En la casa de la mujer de la dictadura se hace ingresar a mujeres que no habrían tenido cabida. Se opone a la historia el peso del presente para, de algún modo, poder hacerse cargo en la actualidad de ese lugar creado para reproducir el mandato dictatorial. En esta propuesta crítico-política por pensar la realidad de las mujeres y mujeres lesbianas en nuestro país se engarza Homenaje a Mónica Briones, intervención que cierra esta tríada. En colaboración con el artista César Valencia, Lorena crea este homenaje a partir de una fotografía del archivo de Susana Peña Castro, artista lesbiana contemporánea a Mónica. La imagen, reproducida en serigrafía, se acompañó de la frase: No olvido porque… y de la pregunta: ¿Dónde y con quiénes estamos las rebeldías sexuales? Las reproducciones fueron pegadas en distintos lugares de Concepción, y también se rayó con el stencil: Estar tristes no es estar vencides. Tomar estos elementos gráficos y salir a la calle es un gesto para no olvidar; la frase invita a cualquiera a responder, pero la pregunta precisa señala un lugar. La respuesta parece apuntar a la memoria: las rebeldías sexuales están con quienes han cimentado el camino que permite habitar un presente.
Mientras veía los trabajos reunidos por la artista pensaba en el adjetivo chicloso; es como si el tiempo estuviera comprimido en esta web, porque dos décadas de acciones apelan a una realidad política que continúa muy vigente. La gran mayoría de los proyectos cuentan con sus propios textos escritos por teóricxs; les invito a leerlos con detención, ya que son lecturas generosas llenas de claves de ingreso. No todos los artistas se interesan por la escritura, no todos se interesan por los espectadores, lo colectivo o el espacio público. Lorena está atenta a esos asuntos y a muchos otros; es una artista que siempre ha sabido que su trabajo es potente y, por lo mismo, no necesita validaciones, solo necesita compartir su propia historia, y desde ahí irradia la fuerza de un trabajo insistente e incansable. Es cierto, muchas veces se anda por las cuerdas; sin embargo, para LAMB las cuerdas, los bordes y los límites son una elección, representan el deseo de estar, pero siempre bajo lógicas tan propias como colectivas.