Roland Barthes, en su ensayo sobre la fotografía “La cámara lucida”([1]), destaca la cualidad especifica de la fotografía de “carecer de sentido” en cuanto es siempre contingente...El sentido de una fotografía, es decir, la tendencia a la generalidad, solo puede lograrse adoptando una “máscara”, refiriéndose específicamente a la evidente critica social que algunos retratistas hacen en sus trabajos de rostros humanos, y cita a Nadar, en Francia, Sander, en Alemania y otros. Sin embargo, es claro que la máscara, o el “sentido puro”, como la llama Barthes, porque se trata de un enunciado visual poderoso e instantáneo, no “sucede” solo en la imagen de un rostro, ni siquiera en una fotografía “de autor”, sino en cada imagen que sea expresión de “contingencia”, o de lo que es “real”, si se quiere.
Sin entrar aquí a la discusión sobre si un signo, lingüístico, visual o plástico, necesita o no de lo real, porque no se relaciona con el trabajo plástico que se presenta, sí es pertinente anotar un importante comentario de Barthes respecto a esta cualidad de la máscara del signo visual: “...La sociedad, según parece, desconfía del sentido puro: quiere sentido, pero quiere al mismo tiempo que esté sentido este rodeado por un ruido (como se dice en cibernética) que lo haga menos agudo. Por eso la foto, cuyo sentido...es demasiado impresivo, es rápidamente apartada; se la consume estéticamente y no políticamente”([2])
Esta última afirmación, es uno de los principales puntos de partida de la presente propuesta plástica. Se trata de trabajar lo “impresivo”, lo “contingente” en toda la obra, desde los materiales, hasta el formato y los recursos estéticos llamados académicos. La intención es hacer el camino “de vuelta” de la actitud denunciada por Barthes: una obra estética para ser “consumida” políticamente, pero no a partir de la sutilidad, sino de la contingencia, de las imágenes cotidianas que el mundo actual deja como huellas.
En efecto, esta propuesta tiene un importante contenido político, en cuanto pretende evidenciar las tensiones de la llamada sociedad posmoderna, que se enorgullece de un proceso globalizador basado en un acuerdo forzado entre las elites dominantes (económicas, políticas y culturales) y que a su vez es impuesto
al resto con una moralista actitud de naturalidad democrática.
[1] Roland Barthes: La cámara lúcida. Ediciones Paidós, Barcelona - Buenos Aires – México, 1990
[2] Ídem. Pág 77